Noviembre 2015

La madre le canta al niño para que duerma y la vieja señora Santa Ana vuelve a pasearse por una habitación que huele a leche materna y a cariño, de la misma manera que ha hecho, desde hace siglos, en tantas otras.

Para suerte del niño, el cuco ha sido desterrado de esa casa y ya no habrá amenazas de ser comido por él, como les pasó antes a muchos otros y en su lugar habrá estrellas, conejos o mariposas.

El niño escucha las palabras y no sabe lo que es una manzana, mucho peor una manzana perdida pero siente el amor que tiene esa voz que, durante nueve meses, le ayudó a construir con sonidos, una parte importante de su idea de lo que es la vida y el mundo.

El niño se siente querido y poco a poco va comprendiendo lo que cada palabra quiere decir, su universo crecerá con cada una de ellas, y al oír su nombre empezará a forjar su identidad. Su nombre dicho con amor, con molestia, con alegría o con tristeza será uno de los primeros referentes que tendrá para saber quien es él y cual es su lugar en el universo.

El niño aprenderá entonces a leer los sonidos y los gestos de su madre, de su padre y del resto de su familia. Y entre más palabras escuche más grande será su mundo, la conciencia de sí mismo y su relación con ese todo que crece con cada experiencia diferente que vive.

Y aprenderá también a comunicarse, primero con gestos y sonidos hasta cuando brote la primera palabra como una flor que quiere regalar a todos. Palabra repetida muchas veces hasta que cobre sentido y traiga muchas otras palabras consigo.

Las palabras irán acompañadas de juegos, y la risa del niño pintará de colores el aire de la casa con el tope, tope, tun, inflar las mejillas, cerrar los ojitos, dar besos de esquimales, contar pequeñas historias con los dedos y las muchas formas de provocar cosquillas. Y también esos antiguos juegos que pueden decir cosas crueles como el aserrín, aserrán donde les dan palo a los que piden pan, sin embargo, ni la madre ni el niño se fijarán en eso sino en el sonido que rima y que invita al movimiento y luego al abrazo.

Pero no en todas las casas es así, en otras, hay niños que crecen sin cosquillas, sin que nadie les sople la carita para que cierren los ojos, sin deditos que compran huevos, porque las madres jóvenes con múltiples preocupaciones y distractores o cansadas de trabajar con doble jornada se olvidan de jugar y, si bien abrazan también a sus hijos y les dicen cosas bonitas, la mayor diversión de los dos será mirar la televisión.

Los seres humanos somos hijos de las palabras, y la evolución social de la especie es producto de su fantasía e imaginación. Por ello lo ideal es acercarles muy temprano, desde que nacen y aún antes, a esas palabras nacidas de la ficción que son los cuentos y la poesía. Y también a las palabras cotidianas de la conversación que, junto al canto, son altamente significativos en el desarrollo del lenguaje. Pero, ¿conversar de qué si ellos aún no entienden? Antes cuando las mamás pasaban todo el día en la casa y no había muchos cuentos para leer, mientras cocinaban, lavaban o planchaban las mamás conversaban con sus hijos, y además de contarles los pocos cuentos que sabían, hablaban con ellos de lo que estaban haciendo, de lo mucho que los querían, les contaban sobre su familia, de cuando ellas eran niñas, y de esa forma les entregaban su historia personal y su visión del mundo.

Respecto al canto, en el Ecuador tenemos una escasísima producción de música para niños y, en ella las nanas o canciones de cuna, tan importantes para hacerlos dormir y encariñarlos, son las menos favorecidas. Pero hasta que estas aparezcan sirven las viejas canciones y hasta el simple tarareo es siempre mejor que el silencio. No canciones que vengan de equipos de sonido o de la televisión. Los niños lo que quieren y necesitan es la voz y la mirada de sus mamás. Yolanda Reyes, escritora colombiana dice: “Todas las experiencias de lenguaje en la primera infancia, desde las más rudimentarias hasta las más sofisticadas, implican necesariamente la presencia y participación de un adulto. Un adulto que canta, que abraza, que lee y descifra al otro”.

Hablando de juegos, quiero compartir con ustedes una pequeña canción mía que escribí para enseñarle a mi nieta a besar como los esquimales:

Los esquimalitos se mueren de frío
Por eso tapan todo menos su nariz
Si quieres dar un beso de esquimal
Las dos naricitas debes acercar
Mueves para un lado, mueves para el otro
Y ya sabes besar como todo un esquimal.

Respecto a los nuevos lectores que son los niños de ahora, Teresa Duran, pedagoga española dice en su libro Leer antes de leer que el buen lector del siglo XXI no es “la persona que devore más libros, sino aquel que se muestre más receptivo a los mensajes que pueden llegarle en cualquier tipo de soporte”. Por lo que debemos pues preparar a nuestros niños para comprender e incorporar lo que les dice su entorno, ya sea a través o no de textos, facilitándole tempranamente experiencias significativas que le ayuden a desarrollar esa “maravillosa herramienta que nos ayuda a pensar, que es el habla”

Es importante leerles desde que nacen porque de esa manera se introduce a los niños en el conocimiento de un lenguaje y unas experiencias diferentes a las de su cotidianidad, de conocer y empezar a entender a esos “otros” que son diferentes a ellos, de iniciar la creación de su historia personal a partir del intercambio con las historias de los demás y además, porque leer es también otra forma de querer.

Yo creo que la literatura ideal para los bebés es la poesía, que se puede leer o recitar mientras se los amamanta, mientras descansan, durante el baño y en cualquier momento. Breves poemas escritos para ellos, llenos de palabras sonoras, con rima y repeticiones, como este de Juana de Ibarbourou:

La loba, la loba,
se fue de paseo
con su traje rico
y su hijito feo.
La loba, la loba
vendrá por aquí
si esta niña mía
no quiere dormir.

pero también la poesía de Lorca, Gabriela Mistral, Machado, Neruda, Rubén Darío, porque a esta edad las palabras son más sonido que significado y el placer de la poesía está en la musicalidad antes que en el contenido. Y, de esa manera no solo los entretenemos sino que empezamos a formar su oído literario. Por ejemplo estos versos de Neruda

Oda a la abeja

MULTITUD de la abeja!
Entra y sale
del carmín, del azul,
del amarillo,
de la más suave
suavidad del mundo:
entra en
una corola
precipitadamente,
por negocios,
sale
con traje de oro
y cantidad de botas
amarillas.

Para formar ese oído literario se debe leer en silencio, sin música de fondo, a no ser que sea clásica, ni televisión, por supuesto, igual que los cuentos. La sobre carga de estímulos dará como resultado niños irritados con escasa capacidad de concentración y atención dispersa, puesto que fueron acostumbrados a no centrarse en nada y “estar” en varias cosas a la vez.

Los cuentos deben ser sencillos, con ilustraciones, textos cortos y significativos para esa edad. Sin embargo, lo más importante en esta lectura sigue siendo la voz de quien lee, que debe ser cálida y estimulante; el afecto con el que se lee y la interacción entre el libro, el lector y el niño. Y no preocuparnos demasiado, ni preocupar a los padres sino tienen libros de plástico con los que los niños se pueden bañar, o libros de cartón, de pasta dura o de gomaespuma, libros con sonidos o con texturas. Es ideal tenerlos, pero si no es posible, no convirtamos esto en un obstáculo para que los padres les lean a sus hijos.

Al respecto quiero compartir con ustedes una anécdota que habla sobre el poder de la voz en la lectura a los niños. A una amiga, cuya bebé no dormía bien por las noches el doctor le recomendó que le leyera cuentos al momento de acostarla. Pero como mi amiga no tenía cuentos y, tal vez, ni posibilidades de acceder a ellos en ese momento, el doctor le dijo “Entonces léale la guía telefónica” Y durante algún tiempo esa fue la única lectura que tuvo esa bebé que tiene ahora 17 años, es una gran lectora y escribe muy bien.

Es importante fortalecer la seguridad de los padres en el sentido de que cuentan con las condiciones básicas para estimular el lenguaje y motivar a la lectura a su bebé. Al principio no es fácil, debemos aprender a confiar en que el cariño que sentimos nos irá enseñando cual debe ser el ritmo, el tono, el mejor momento para leer y el libro más apropiado. En un inicio los bebés no atienden y se distraen pero poco a poco, a medida que empiecen a reconocer las palabras, las ilustraciones y el sentido del texto, irán interesándose en lo que les dicen los libros. En este proceso es importante dejar que los toquen, que jueguen con ellos y hasta que los muerdan porque esa es su mejor forma de conocer las cosas. Presentarles varios libros para que ellos escojan el que deseen. Tomarlos en los brazos, sentarlos en las rodillas y leer, cuidando que el tono de voz corresponda con lo que ocurre en la historia.

El libro álbum, en el cual la imagen y el texto construyen simultáneamente la historia es el ideal para fomentar la lectura en los primeros años, puesto que es muy potente en el desarrollo del lenguaje y la creación simbólica en los niños. La importancia que tienen las ilustraciones en la narración les permite participar en mayor medida en la interpretación de la historia, y más adelante, cuando han avanzado en el desarrollo de la oralidad, facilitan la creación de sus propias historias contadas a partir de las ilustraciones, historias muchas veces diferentes al cuento original.

La lectura puede ser un regalo que nos humaniza o una imposición tediosa. Y lo uno o lo otro ocurre en la infancia, cuando los niños están descubriendo el mundo y descubriéndose a sí mismos.

Es un regalo cuando se lo entregan los padres o cualquier otro familiar en casa, recubierto de cariño, de aventura, de misterio, o cuando en sus primeros años de escolaridad una maestra amorosa se lo da como un chocolate, envuelto en sonrisas y juegos.

Y es una imposición tediosa cuando alguien, quien sea, lo obliga a leer, sin develarle el secreto que esconden esos bichitos negros, impresos en un papel, todavía inentendibles para él, aunque vayan junto a ilustraciones de bellos colores. Si ese alguien no le muestra el tesoro de risas, emociones y conocimiento que guardan los libros, si no existe un buen mediador la lectura puede convertirse en uno más de los fastidiosos y aburridos deberes escolares.

En los primeros años la literatura debe formar parte de la vida diaria de los niños y es a partir de esta experiencia literaria como ellos aprenden a leer, es decir a construir sentidos y a disfrutar del lenguaje escrito, mucho antes de aprender a leer y escribir en sentido alfabético.

Michèle Petit, antropóloga francesa plantea que la literatura en los primeros años ayuda a la construcción de la subjetividad. Ella describe a la lectura como “una habitación para uno mismo” Un espacio en el cual uno puede percibirse como separado del otro, capaz de un pensamiento independiente. … Como una actividad síquica en la que se ponen en juego las propias fantasías, los propios deseos y las angustias.

La literatura, al ser el arte que expresa la esencia de los seres humanos a través de las palabras, es fundamental en la educación inicial, puesto que uno de los principales desafíos de la formación en la primera infancia es apoyar a los niños a encontrar un lugar en el mundo y reconocerse como constructores de sentidos y significados.